Fin de semana de camping

 Fin de semana de camping

Por: María Isabel Pérez

Aquello que para la oruga es el fin del mundo, para el resto del mundo se llama mariposa.

En realidad no estaba de paseo ni mucho menos. Lo que si estaba era fascinada con la sicosis de miles de personas que se sintieron alteradas en su diario vivir por las advertencias del anciano Harold Camping, alguien que se ha dedicado en las ultimas décadas a estudiar la Biblia, y quien advirtió que según el calendario bíblico, el 21 de Mayo de 2011 comenzaría el juicio final de Dios sobre todas las naciones y personas y el rapto de los
cristianos que se salvarían de la condenación eterna.

Basado en sus propias deducciones y teniendo en cuenta la numerología de la cual es experto y que el mismo analiza como el mensaje de Dios para el hombre sobre el desenlace de la humanidad, adelanto una fuerte campaña publicitaria a lo largo del territorio estadounidense. Las vallas y los folletos repartidos, así como el cubrimiento informativo a través de los principales medios de comunicación americanos y por supuesto en su cadena de radio, provocaron la inquietud de cientos de miles, incluyéndome.

Y es que frente a lo que presenciamos en la actualidad alrededor del mundo, los terremotos en Haití y Japón, los volcanes en erupción en Icelandia, inundaciones que arrastran pueblos enteros, ciclones, tornados que arrancan desde el suelo cualquier cosa, guerras, y conflictos entre naciones, crisis sociales, enfermedades mortales, plagas, incremento de suicidios, y tantos otros problemas y angustias que para muchos son hechos que se cumplen proféticamente.

Basta con mirar las noticias para encontrar el enorme parecido de la realidad con las narraciones apocalípticas de muchos libros de la Biblia cristiana que hablan de que todo será necesario que inevitablemente ocurra.

En este estado de cosas, y afectada por el fantasma de la sicosis general, hasta una simple advertencia venida de un extraño se me figuraba en estos días como un mensaje profético y hasta apocalíptico. O no le llego a pasar a usted? En mi caso me sucedió uno muy curioso. Juzguen ustedes:

Debía llevar a mi hijo a sus prácticas de guitarra y piano el viernes anterior, cuando los ánimos por las supuestas predicciones del señor Camping estaban alterados. Como advertí que a mi auto le faltaba gasolina, entre a la gasolinera acostumbrada y busque mi estación de servicio preferida porque está más cerca de la salida. Al llegar note que debía esperar un turno, lo cual hice, aunque hubiera podido acceder a otras que estaban desocupadas.

Inmediatamente detuve el carro note algo que no pasa desapercibido para nadie. Justo al lado de la estación donde debía poner el combustible, había un carro largo y de color negro, elegantemente lustrado que brillaba de tal manera que cualquiera diría que había salido de la fábrica. Un segundo basto para darme cuente que su forma obedece a los autos de funeraria de la gente rica.
Enseguida pensé que debía pertenecer al cementerio y casa de velación judía que quedaba a pocos metros de allí.

Al lado del elegante carro negro, por supuesto tenía que estar un personaje elegantemente vestido de negro, de una pulcritud tal y de una apariencia misteriosa que de inmediato se me vinieron a la mente todas las escenas cinematográficas de películas apocalípticas y de profecías, que no le hicieron bien a mi estado mental dado que era el día previo al tal sonado día del juicio de Camping.

En fin, descanse de mis acalorados pensamientos cuando el carro de adelante se marcho y me cedió mi turno de echar gasolina.

Envíe a mi hijo adentro a propagar el servicio y justo cuando estaba abriendo la tapa de la gasolina, escuche que alguien me hablaba en un francés cuyo acento se me hacia elegante y muy de Francia, no el mismo que acostumbramos a escuchar en Quebec. Tuve que buscar detrás de las columnas de concreto que me separaban del misterioso personaje para darme cuenta que quien me hablaba era el conductor de la carroza funeraria.

Casi que me detengo en seco ante la sorpresa. Una vez le conteste su llamado me advirtió que mi auto tenía mis vidrios muy polarizados y además tenia muchos detalles alrededor que me restaban visibilidad lo que era muy peligroso. Hasta allí no le di importancia a lo que decía, solo a su mirada penetrante y su aspecto misterioso, o quizás no tanto pero a estas alturas era lo único que percibía.

Mi interlocutor debió adivinar mi inquietud y me invito a reflexionar respecto a que la vida hoy era tan corta y que las cosas más simples o insignificantes pueden complicarlo todo. Más bien me recomendó vivirla tan simple como sea posible.

Les confieso que me veía a mi misma protagonizando una escena de una películas de Alfred Hitchcock or Stephen King. Dije cualquier cosa y me despedí. ¿Por qué me dijo eso? Fue mi primera pregunta cuando me aleje después de haber terminado con mi carro.

Y con toda la carga de emociones encontradas respecto a si el mundo se acaba o no en las próximas horas. Me dije a mi misma que era cierto, que la vida la debiéramos vivir lo más simple que pudiéramos y que no debíamos dejar pasar la oportunidad de intentar ser felices con lo que tengamos en este instante y no después, por si se nos terminaba el mundo tal como lo vaticinara el señor Camping.

Finalmente y tal vez felizmente el mundo sigue dando vueltas y nosotros en él y el fin de semana de Camping paso, a lo mejor sus cálculos no estuvieron bien y tuvo el normal error del cinco por ciento en las probabilidades y eso podría dar la diferencia de unos cientos de años o miles, quien sabe…o a lo mejor el mundo ya se acabo y vivimos en otro de realidad paralela.
O mejor ya nos estamos volviendo locos. Lo que sí es seguro es que muchos pasaron largas horas al igual que quien les escribe, preguntándose cómo sería un día apocalíptico. Así que para olvidarme de estas suposiciones mejor me fui a ver las noticias.

Rafael Navarro

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