Las malas influencias de D.A. King

 Las malas influencias de D.A. King

editorialLo que vimos recientemente no fue el mismo ambiente de fiesta y satisfacción con que el sheriff del condado de Gwinnett Buch Conway hizo la presentación del flamante programa de deportaciones 287 (g) implementado por su oficina en el año 2009, fecha en la que se hizo acompañar del funesto Donald King, un empedernido antiinmigrante del estado, a quien ese día presentó como uno de sus aliados para desterrar la proliferación de inmigrantes ilegales en su territorio.

Lo que vimos ahora, cuatro años después, ni siquiera fue la cara del sheriff sino de un grupo de oficiales de policía de ese mismo condado, tratando de llamar la atención de la comunidad latina para que les colaboren denunciando cuando sean víctimas de crímenes o en el mejor de los casos, colaborando cuando sean testigos. Porque, tal como van las cosas, la inseguridad terminará por adueñarse de las calles del condado y si no hay denuncias, no hay resultados.

La ecuación es simple, no hay que acudir ni a la ciencia pura ni a las complejas ecuaciones de Baldor, para entender que el propio sheriff Conway metió las patas hasta las rodillas cuando decidió buscar como asesor de cabecera para asuntos en los que no debía meter sus narices al tal D. A. King, un personaje que se pavonea entre los republicanos de la peor especie, destilando odio hacia los que no considera son de raza pura, y usa el pretexto de que están en el país de manera ilegal.

Pues bien, Gwinnett hoy tiene el deshonroso segundo lugar a nivel nacional, entre los entes territoriales que más han deportado inmigrantes indocumentados, siendo que la mayoría de ellos, demostrado por las propias autoridades, no eran delincuentes, ni peligrosos criminales, ni violadores o asaltantes, como siempre se ha considerado de manera adrede a algunos extranjeros para generar rechazo y xenofobia alrededor de ellos.

Gwinnett tampoco volvió a aparecer en aquellos listados nacionales de mejores épocas, en los que se le consideraba, un polo de desarrollo del Estado, por su pujanza económica y su diversidad y tanto es así, que su epicentro de negocios conocido como Gwinnett Mall, hoy es casi un monumento a la decadencia, mientras se ve por todas partes centros comerciales que comenzaron pero nunca abrieron sus puertas a la prosperidad que se respiraba en otros tiempos.

La razón podría atribuírsele a la mal llamada “recesión”, pero no es tal. Recientemente un hombre de origen peruano que vivió en Maryland y viaja allá con mucha frecuencia, nos sugería que habláramos de la prosperidad de ese Estado. “Allá todo es próspero, allá no se ve que cierran tantos negocios como aquí, allá hay trabajo para todos, allá todos pueden manejar con una licencia…allá no se ve que haya ninguna crisis”, decía.

Pero Gwinnett si lo está, tanto es así que para haberlo reconocido, las cosas deben andar peor de lo que se cree. Cifras oficiales que no significa que sean las reales, dan cuenta que en los últimos cuatro mese los casos criminales han tenido un aumento significativo en el distrito sur de ese condado, más exactamente en límites con DeKalb entre Jimmy Carter, Graves Road y South Norcross-Tucker Road. “Son más que los que se presentan en distritos más grandes y más poblados”, dijo uno de los oficiales de policía que ahora hace parte de una campaña para buscar la cooperación de la comunidad latina.

Sin embargo, la comunidad latina no está ahí en estos momentos para colaborar con nadie, no porque haya adoptado el silencio como arma, sino porque le tocó asumirlo como defensa ante la ola de arrestos que se dejó venir con la puesta en marcha del programa 287 (g) por medio del cual se ha arrestado a diestra y siniestra y no ha perdonado a hombres y mujeres honrados e indefensos; mejor dicho, la política de tierra arrasada que el sheriff se planteó siguiendo los sabios consejos de D.A King, terminó dando los frutos que muchos le pronosticaron, pero que él se rehusó escuchar, porque pudieron más los millones de dólares que se echó al bolsillo arrestando padres y madres de familia y jornaleros, que la seguridad de su propia gente, que finalmente es para lo que fue elegido.

Duro trabajo tienen ahora los que han sido designados para recuperar la confianza de la gente en la policía, porque la mayoría de las personas con las que pudimos hablar en el área afectada, solo asocian su presencia en la zona, con retenes, arrestos, persecuciones, represión y no con la seguridad que debe sentir todo ciudadano cuando un oficial del orden se acerca a su vecindario. Muy triste eso!

Rafael Navarro

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