Colombia no puede convertirse en Cuba o Venezuela

 Colombia no puede convertirse en Cuba o Venezuela

editorialHay un momento en que tiene que romperse la excepción de la regla y este es uno de ellos. De antemano ofrecemos disculpas a nuestros lectores porque fieles a nuestros principios, este periódico siempre ha tenido como prioridad a la comunidad latina en general, a la que nos encontramos todos los días en las calles, en los centros comerciales, en los flea markets, en el Facebook y en los freeways, esta vez rompiendo esa tradición, nuestro editorial va dirigido a una comunidad específica: la colombiana residente en Atlanta y que está acta para ejercer su derecho al voto.

Hasta el próximo 9 de enero de 2014 estarán abiertas las inscripciones para todos aquellos que teniendo su cédula de ciudadanía vigente no hayan hecho ese proceso por alguna razón o porque sean portadores de este documento por primera vez; el trámite lo llevan a cabo sin complicaciones entrando a la página web del consulado general en Atlanta, siguiendo las instrucciones debidas y luego pasando personalmente por esa oficina para cerrarlo.

Con este trámite, los que votan en Atlanta por primera vez, o los que tienen cédula por primera vez, podrán sufragar en las elecciones presidenciales del próximo 25 de mayo.

¿Por qué hemos roto nuestras reglas y hoy nos dirigimos a los colombianos específicamente? Muy sencillo: Las elecciones presidenciales de 2014 serán tan cruciales para el futuro de la patria que marcarán dos únicos caminos: El de la seguridad democrática que trae consigo el orden institucional, el respeto por el establecimiento de la participación libre y democrática; la inversión en los distintos sectores sociales; el respeto a las libertades individuales y colectivas; el respeto a la propiedad privada; la observación por las normas del derecho de los ciudadanos a elegir y ser elegidos; pero antes que nada la preservación de una de las democracias más antiguas del continente.

Lo contrario, es reelegir al presidente Juan Manuel Santos quien escondido tras la sombra del ex presidente Álvaro Uribe llegó al poder por una abrumadora mayoría de colombianos esperanzados en que el tiempo del cambio de una nación sumida en el flagelo del terrorismo había llegado y que luego de 8 años de un gobierno que nos acercó a la verdadera seguridad y arrebató de las garras del terrorismo a más de medio país, podía ser posible.

Vimos como luego de 50 años de violaciones a los derechos humanos; desprecio por la vida de las personas; delitos de lesa humanidad y los más escabrosos crímenes contra la población civil, supimos que había una luz que podría brillar al final del túnel.

Pero el presidente Juan Manuel Santos no solo desvió el camino que encontró trazado, sino que traicionó la confianza de más de 9 millones de colombianos quienes pusimos en sus manos la responsabilidad de consolidar la seguridad democrática que empezó el ex presidente Uribe, combatiendo sin reparos al ya diezmado grupo de narcotraficantes más grande del continente, cuyos actos demenciales de terrorismo han flagelado al país en el último medio siglo.

Santos se asoció con los líderes más funestos de la región como los hermanos Fidel y Raúl Castro, con el desaparecido y demente presidente venezolano Hugo Chávez y peor aún, con los cabecillas del grupo terrorista de las FARC, para ofrecerles a estos impunidad para sus execrables delitos y conseguir de ellos el apoyo para una segunda reelección como lo acabamos de ver hace pocas semanas cuando anunció que “firmaría la paz en poco tiempo”, con quienes han matado a cualquier cantidad de soldados, policías, campesinos, amas de casas, niños, y han asolado poblaciones y regiones enteras en toda Colombia.

Solo hay dos caminos para escoger, porque las terceras opciones quedan opacadas ante la polarización de la que hemos sido objeto en los últimos tiempos en los que pudimos ser testigos que acabar con el grupo terrorista de las FARC si era una opción militarmente posible; obligarlas a dejar las armas, permitirles que tomaran la iniciativa de proponer un cese al fuego de manera unilateral responsable y creíble; ofrecerles por parte del gobierno la opción de convertirse en una fracción política, solo para quienes no fueran responsables de crímenes de lesa humanidad o quienes no estuvieran condenados por delitos comunes, como el asesinato de ciudadanos inermes, el secuestro extorsivo y las masacres de campesinos, indígenas y de comunidades enteras. Eso, supimos que podía ser posible!

Ahora ante una encrucijada de magnitudes impensables, producto de la traición infligida por el presidente y candidato Juan Manuel Santos a la nación, la responsabilidad de rechazar esa opción que llevaría al país a un estado en decadencia, opresor, antidemocrático e irresponsable como el que han impuesto los hermanos Fidel y Raúl Castro en Cuba y Venezuela, es urgente, no puede esperar, no nos puede agarrar con los brazos cruzados sin hacer nada.

En Atlanta hay registrados para votar en el consulado colombiano, 5.900 personas y en toda la jurisdicción hay alrededor de 8.813, no parecemos muchos, pero sabemos que somos más y que uno a uno, concientizando a nuestros familiares y amigos en Colombia y motivando a las personas a nuestro alrededor podemos marcar la diferencia.

El momento es ahora, para no permitir que una política equivocada, egoísta y electorera sea la que prevalezca sobre la vida de los colombianos de bien que somos la mayoría.

Comentarios: editor@elnuevogeorgia.com

Rafael Navarro

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