Cuando el amor es la única defensa…

 Cuando el amor es la única defensa…

Juliana HenaoPor Juliana Henao

El ser humano se encuentra en una época maravillosa de la historia de la humanidad, según expertos en la materia hoy se es menos violento, se es más saludable, se tiene acceso a tecnologías que no se imaginaban siquiera 10 años atrás, se tienen comodidades para todo.

Sin embargo, existe un gran número de personas que no son felices. El mundo y la sociedad como tal ha avanzado, pero la mente no. Muchos siguen atrapados en esquemas rígidos, repitiendo historias familiares de dolor, se tiene la posibilidad de viajar a otros países y cambiar de localidad, pero no de paradigmas.

Las personas siguen atrayendo a sus vidas, a otras que los engañan, hieren y abusan. Y algunos siguen sin mayores cambios hasta que la muerte los sorprende, otros por cualquier circunstancia empiezan a preguntarse si existe otra forma de vivir la vida. ¿Quizás más tranquila y significativa? ¿Quizás más tolerante? ¿Quizás más feliz?

Y la respuesta es que si, si existe una forma que permite vivir la vida mejor, y es mucho más simple de lo que se cree, pero es tan simple que a veces es hasta imposible de creer. Y la respuesta es el amor. Pero no ese amor romántico, vacío y frívolo que se escucha en las historias de amor, o se ve en las novelas, o que predican algunos representantes de teologías, religiones o sectas.

No es ese amor real que se siente en el alma y en la piel. Ese que va más allá de nuestra comprensión humana y nuestras limitaciones terrenales. Ese amor que nos motiva a descubrir el sentido de la vida. El punto es que no se puede llegar al amor sin el perdón. Y es en el perdonar que el amor toma su mayor expresión.

Siempre se ha considerado que el amor es un acto hacia los demás, pero en realidad es un acto hacia sí mismo. Es un acto de empoderamiento. Cuando se dice que no se puede perdonar porque la ofensa fue muy grave, la persona está asumiendo un papel de víctima que le impide ver con objetividad. Cuando se perdona por difícil que sea la situación, la persona empieza a reconocer todo el potencial que tiene. Empieza a amarse más, y a sentirse más confiada para tomar decisiones.

Es importante hacer la aclaración en este punto, que no porque se perdona, la situación alrededor va a cambiar automáticamente y el “ofensor” se arrepentirá. No, ese no es el caso, cuando se da el perdón la persona que perdona se libera de cargas, de innumerables presuntas, ideas de un ¿Por qué sucedió? ¿Por qué a mí? y entonces tiene mayor posibilidad de enfocarse en preguntas como ¿Qué acción puedo tomar ahora para mejorar mi situación actual? ¿A quién puedo acudir que me ayude? ¿Qué alternativas tengo?

El no perdonar es un paradigma que se ha grabado en la mente con tanta fuerza, que parece imposible de desprenderse, pero cuando se empieza a tomar consciencia, la situación empieza a tornarse en un Si puedo perdonar. El perdón lleva al amor, y el amor se convierte en la única herramienta frente a los pensamientos que alejan de la paz.

El perdonar es tomar responsabilidad de lo que sucedió después del incidente, y quitarle todo protagonismo a esa persona que hizo el daño.

¿Pero qué pasa cuando se es el autor de la ofensa hacia el otro, y lo único posible es pedir perdón? Lo primero, es perdonarse a sí mismo por lo que se hizo, luego pedir perdón a la otra persona, independiente de si se obtiene un no, o un sí como respuesta, es necesario hacerlo.

El perdón puede llevar a la reconciliación y a tener contacto con la persona implicada, pero no significa y no es requisito entablar una relación de nuevo. Perdonar y pedir perdón no generar obligación, es un acto de amor, y el amor es la única defensa.

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Juliana Henao

Nacida en Colombia, es coach de vida y conferencista internacional, es una defensora de los derechos de igualdad de género y ha trabajado durante años con organizaciones que luchan por ese tema en Estados Unidos y América Latina.

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