Del animal social, al animal político

 Del animal social, al animal político

editorialEl sabio catalán del siglo XIX, Ramón Vinyes, radicado en las costas colombianas tenía entre sus frases que aun trascienden en esa región de mágicos contrastes, que el hombre siempre debe “bracear fuerte sobre las aguas estancadas”, esto, para figurar que es fácil nadar cuando nos ayudan los movimientos externos e incluso las corrientes contrarias, pero que la faena se torna más difícil si nada se mueve.

Los antropólogos cimentan sus teorías del desarrollo humano en algo muy cierto, y es que, el hombre—si se considera un animal entre los demás—es el único que crea cultura, por la capacidad que tiene de transformar su medio ambiente a través de la creación de nuevas cosas, en otras palabras, el no quedarse quieto y bracear aun sobre esas aguas estancadas es la clave de los avances en la historia.

El más célebre de los filósofos griegos, Aristóteles en su libro 1 de Política, nos enfrenta por primera vez, desde que se tenga noticias al concepto del Zóon politikon (en griego, ζῷον: animal, y πoλίτικoν: social o político) cuyo significado literal de la misma es: “animal social” o más específicamente “animal político”, y hace referencia al ser humano, el cual a diferencia de los animales posee la capacidad natural de relacionarse políticamente, o sea crear sociedades y organizar la vida en ciudades-estado.

Quienes van más allá del concepto, advierten que cuando Aristóteles definía al hombre como “zoon politikón”, hacía referencia a su dimensión social y política. “El hombre y el animal por naturaleza son sociales, pero solo el hombre es político, siempre que viva en comunidad. Por tanto, la dimensión social ayuda a constituir la base de la educación y la dimensión política contribuye a la extensión de esa educación”

Pues esa extensión de lo social, a la educación y finalmente a lo político, es a donde nos debemos dirigir nosotros los latinos, quienes somos contados entre ese 17 por ciento que conforma ya la población de Los Estados Unidos, pero que por razones diversas, incluyendo, las que esgrime Aristóteles nos hemos venido quedando rezagados, a nivel nacional, estatal y local, porque hemos dejado de lado a ese animal político que todos deberíamos ser y nos hemos conformado por ser solo lo primero: animales racionales.

Las consecuencias no pueden ser más evidentes: tenemos los más altos índices de deserción escolar, bajos índices de jóvenes terminando carreras universitarias, niveles sobresalientes de pobreza, falta de vivienda, baja o nula cobertura de salud, baja o escasa incidencia en las decisiones de los sistemas escolares, los concejos locales y peor aun en el nivel estatal.

No obstante, y aunque pocos le den crédito, la mayoría de quienes se identifican como latinos en Estados Unidos, no son inmigrantes, de acuerdo al Pew Research Center, el 75% de éstos son nacidos en el país y por obvias razones son ciudadanos estadounidenses. Hoy, los latinos constituyen el 11% del electorado.

“Los 25,2 millones de hispanos habilitados para votar pueden inclinar la balanza de cualquier postulante”.

¿Pero realmente le estamos dando importancia a esos números? ¿Nos interesa realmente participar en las elecciones locales, estatales y federales? ¿Conocemos realmente el poder que tenemos en nuestras manos si pusiéramos a andar esos 25 millones de votos a favor de un proyecto que se identifique con nuestras necesidades?

Un tercio de los votantes latinos tienen entre 18 y 29 años, son más jóvenes que los blancos, y la gran paradoja es que los mexicanos representan el 64% de la población latina, pero apenas la mitad de ellos acude a las urnas.

A nivel local, sucede algo parecido, no estamos participando en casi nada que tenga que ver con elecciones, pero todos los días podemos estarnos quejando de las policías locales, de las ordenanzas que pareciera están hechas en nuestra contra, de las nuevas disposiciones que cada vez nos agarran con los cinturones desajustados, y de una serie de episodios que pudieran tener otro final, si nosotros decidiéramos participar, ya que tenemos el privilegio de hacerlo.

En el condado de Gwinnett, por ejemplo, donde el porcentaje de población latina es uno de los más elevados a nivel estatal, y por ende tiene el mayor índice de potenciales votantes registrados, las cifras de participación son lánguidas.

No podremos comenzar a cambiar nada, si no participamos, no podremos reclamar nada si no participamos, no podremos ofrecerle esa mejor vida a nuestros hijos si es que no votamos y no enseñamos a los jóvenes a participar activamente en los procesos políticos de cada ciudad y condado, solo así, podremos ser en realidad lo que cientos de años atrás descubrió Aristóteles en nuestra naturaleza, cuando vio en nosotros ese animal político capaz de cambiar su propia historia, y para lograrlo, nada mejor que seguir braceando fuerte sobre las aguas estancadas.

Editor

Rafael Navarro, es Comunicador Social- Periodista de origen colombiano, ha trabajado por más de 30 años en medios de comunicación en español, tanto en Colombia como en Estados Unidos, en la actualidad es editor del periódico El Nuevo Georgia.

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