¿Y si gana el gordo? (comedia en un cuarto)

Por: Teodoro Maus*, editorialista invitado

Lo inconcebible está por suceder. Lo que manejábamos solo como un producto ligero del buen humor, un buen chiste contado entre amigos — porque solo entre amigos se capta lo grotesco del concepto– un chiste que solo sirve para aligerarnos un poco la mañana, repentinamente está tomando forma, una forma por demás preocupante. Pero nuestros amigos, esos buenos compañeros con los que hemos compartido sonrisas, pesares y una que otra lagrima, ahora, molestos nos regañan y nos recriminan: hasta los malos chistes tienen un límite, y siempre, se debe mantener el buen gusto y la discreción.

Oh, vergüenza!
Y a qué se debe este despliegue de tropas, este pánico que empieza ya a cundir entre varios campos de batalla, aun entre los más valientes de la comunidad latina. ¿Quién se atreve a salir a la calle, cuando hemos sido advertidos de los múltiples peligros que amenazan al peatón?

Si amigos, compañeros de parrandas, barra querida de aquellos tiempos (como nos cantó el inolvidable Carlitos), ha llegado a estas tierras a coronarse como presidente del país de las maravillas.

Si, amigos, el burlador de quien se atreva a enfrentársele, el destructor de otros soñadores, el gran y único, al que se consideró solamente como acto intermedio, al que se le invitó para calentar los asientos, para que a las verdaderas estrellas no se les enfríen las nalguitas, acaba de entrar por la puerta principal, en un despliegue de fuerza y de importa-madrismo.

Parece decirnos que solamente a él, al que no le importa qué o quién puede resultar ser el siguiente jefe máximo del país, porque solo él tiene la capacidad, la inteligencia, o el cinismo y el dinero de saberse ignorante de los más ínfimos conocimientos requeridos por un burócrata y de todas formas aceptara vestirse con la banda presidencial, (lleva banda el Presi Gringo, o solo el Mexica?) confiado en que, por más ignorante que sea, siempre habrá uno que será más que él.

Y entonces, sin ningún embrague, cantará la canción que quedará grabada en pasillos y balcones por los tiempos de los tiempos.

Si, compadres, vayan preparando los dineritos suficientes para cubrir el costo del muro que, finalmente separará el primero del tercer mundo, construido por cortesía y dinerito del pueblo mexicano. Y, ay, de ustedes el que no esté puntualmente con el sobrecito, cargado de verdes billetitos (también verde, porque así como va a hacer desaparecer a todo país enemigo que se le pare enfrente, también borrará del mapa a uno que otro amigo, hasta que salgan lagrimas del “me doy, me doy,” del que se da, se da, como en competencia escolar de lucha.

Porque nuestra nación tendrá que desarrollarse hasta llegar a ser la nación más fuerte y poderosa de este planeta, y si no, de hacerla a chaleco. Y si no, la volvemos la más hocicona, si para eso tenemos a quien a base de puros empujones nos va a hacer hombrecitos (las mujeres no cuentan, al menos no para quien va a ser nuestro gran Pato).

Si, nosotros que sabemos construir casitas blancas, al rato nos subiremos al camioncito, el mismo que nos llevamos cuando nos clavamos (clavar, de clavo, de robo, de característica de trabajador mexicano, de violador), y ese maravilloso Salvador de almas perdidas nos llevará (ORA, no ‘m pujen, ay pa todos) al paraíso donde nos recibirá un coro angelical dirigido por la contradicción política más enorme, la posición más importante del mundo, ocupada por el hombre más inepto para ese puesto.

Véngase, cuate, vamos a la montaña a ver (de lejecitos por supuesto), como se desmorona el mundo conocido, para dar paso a uno más familiar, más corrupto, más inútil.

*Teodoro Maus, ex cónsul de México en Atlanta y activista comunitario.