¿Ya se puede respirar?

 ¿Ya se puede respirar?

Por: María Isabel Pérez

El caso de George Floyd bien podría representar en una sola persona, en esos 9 minutos 29 segundos una parte penosa y difícil en la historia de la comunidad de color, víctima del racismo, xenofobia y abuso.

Por lo que conocimos a lo largo de casi un año, George Floyd no tuvo un pasado perfecto. Muchas veces se dejó vencer por sus propios demonios y fue presa de la dependencia del alcohol o drogas. Pero era un ser humano, un padre, un hijo, un hermano, un amigo que con todo y sus defectos no merecía una muerte como la que enfrentó.

Floyd murió el 25 de mayo del 2020, luego que fuera confrontado por tratar de comprar cigarrillos con un billete de 20 dólares falso en una tienda de Mineápolis. 

Aduciendo que sufría de claustrofobia, Floyd se opuso a entrar a una de las patrullas que se presentó para conocer los hechos. Su comportamiento fue inmediatamente restringido por los 4 policías que lo esposaron, pero luego fueron más allá.

Los agentes lo tiraron contra el suelo, y uno de ellos, Derek Chauvin, se posó sobre él, su rodilla contra su nuca con tanta presión y fuerza que le causó la muerte.

Una muerte que la presenciamos, una y otra vez, como un ejercicio necesario para convencernos que algo está pasando, que algo tiene que cambiar. No podemos asistir una y otra vez a estos hechos que se repiten como una película vieja que se resiste a salir del escenario.

El video que le dio la vuelta al mundo y que ha sido visto millones de veces, nos muestra una escena que define inexorablemente la realidad que viven las minorías llamase de color, nativas o inmigrantes en los Estados Unidos.

Pero quedémonos con la minoría de color, porque para las otras se necesitaría mucho más que una columna. La imagen es perturbadora, un hombre de color contra el suelo, su cara pegada al pavimento, un oficial de policía poniendo su rodilla en su cuello, cerca unos testigos horrorizados observan lo que sería un trágico desenlace.

Durante esos últimos minutos, George Floyd repitió al menos 28 veces: “No puedo respirar, no puedo respirar”. A pesar de eso, de que rogó por su vida desde su posición sometida, nada perturbó a los oficiales, que siguieron allí inmunes, viendo cómo una vida se extinguía frente a ellos.

Esa imagen fue grabada y transmitida en directo por dos menores de edad, que tuvieron la astucia de hacerlo y que en definitiva repercutió en el repudio general. Con las protestas que vinieron después podría decirse que esta muerte revivió una vez más el reclamo eterno de una igualdad que les ha sido manipulada. 

No me refiero particularmente a la policía, aunque hace parte del establecimiento, las minorías de color han padecido esa opresión blanca que de manera sistémica ha definido leyes y normas para gobernar. Pero hasta que las minorías de color han sentido que se les acababa el oxígeno, es cuando han comenzado a gritar, a reclamar. 

Como Floyd, han rogado que se les quite de encima lo que no deja desarrollarlos como ciudadanos libres y con justos derechos. Aunque muchos de ellos ocupan posiciones de poder, incluso han tenido un presidente, no ha sido suficiente. 

El racismo, la discriminación, han estado presentes quizás inadvertidamente en todos los niveles de la sociedad, en un sutil intento por mantener la supremacía blanca como referente de poder.

Buscando justicia para George Floyd el veredicto fue claro y contundente, Chauvin fue encontrado culpable. 

Pero esto no termina aquí. Hasta que temas como este no sean materia de discusión, porque simplemente ya habremos comprendido que la igualdad no existe en virtud de una raza o color. Entonces, solo entonces  podremos respirar.

Editor

Rafael Navarro, es Comunicador Social- Periodista de origen colombiano, ha trabajado por más de 30 años en medios de comunicación en español, tanto en Colombia como en Estados Unidos, en la actualidad es editor del periódico El Nuevo Georgia.

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